Guerrero García: poder de atracción
JUAN JESÚS GARCÍA/GRANADA
El estreno de Guerrero
García, además de un concierto de presentación oficial resultó ser todo
un acontecimiento social. El casi-todo-Granada-rock apareció en la sala
Tren para aplaudir y dar el empujón local al comienzo de la carrera de
este 'supergrupo' que coge lo mejor de cada casa del patrimonio
histórico musical de la ciudad. Jugaron en casa y ganaron por goleada,
mucho están cambiando las cosas últimamente por aquí.
Sin teloneros que
calentaran el ambiente G.G. salieron amparados por su corazón sangrante y
con la bendición de Joselito ('Campanera') desde la sintonía. Han
cuidado todo al máximo detalle, desde reforzar la línea de guitarras con
Carlos Muñoz (Manía Estéreo) a lucir un impecable guardarropía con
elegancia calabresa y de complemento las preceptivas e inquietantes
gafas negras para, entre otras cosas, protegerse de los flashes
fotográficos que por su cantidad indicaban que allí sucedía un
acontecimiento.
Sonaron perfectos
Así, al pronto, Guerrero
García rememoran obviamente a los Cero. La presencia de su cantante, su
estilo escénico (más contenido en Mezcal), algunas palabras comunes al
vocabulario y las historias que escribía Lapido y, obviamente su voz,
son guiños a la memoria colectiva que suele engañar por su
bienintencionada imprecisión. En realidad las distancias son muy
notables, ya que G.G. trabajan sobre todo un pop proteico, en momentos
muy coral (todos cantan) y a ratos duro camino del r&blues más
'zetazetatópico', machacón incluso, y con estampas para el recuerdo como
esa fila de cinco guitarras cuando se subió Quini Almendros para
despedir a su compañero de faena estos últimos años.
No hace falta señalar que
sonaron perfectos, con sus años de experiencia y un buen técnico de
sonido resultan inapelables aún siendo el segundo concierto que daban.
Destaparon el secreto del resto de sus canciones, tocando el que será en
muy breve su primer largo: con perfumes camperos en 'Pequeña casa';
narcorrancheritas como homenaje a los Tigres del Norte; aires muy
sixties en 'Tengo la luna' (ahí se nota la firma de Tony Guerrero) y
rudos rocanroles sureños con destinatario: «¿Elvis vive!».
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